Sandra Dajnowski: La Arquitecta que Reconstruyó su Vida y Transforma la Inclusión
La vida de Sandra Dajnowski, una reconocida arquitecta argentina, dio un giro inesperado a los 45 años cuando perdió la visión de forma repentina. Sin embargo, lejos de rendirse, esta experiencia la impulsó a reinventarse en todos los ámbitos de su vida, convirtiéndose en un verdadero símbolo de resiliencia y empoderamiento. Su conmovedora historia, compartida en el ciclo «Del Otro Lado» de Infobae, es una invitación a reflexionar sobre la discapacidad, la maternidad y el verdadero significado de la inclusión.
El Duelo y la Redefinición de su Mundo
Sandra recuerda el 13 de septiembre de 2011 como el día en que todo cambió. Durante una limpieza de cutis, comenzó a ver «rarito» y rápidamente se dirigió al oftalmólogo, donde le confirmaron un desprendimiento de retina. Ya había tenido un desprendimiento en el otro ojo 15 años antes, que había logrado recuperar, lo que intensificó su angustia en esta ocasión. Sus primeras palabras, entre lágrimas, fueron: «Mi hijo, mi hijo»
El proceso de adaptación fue sumamente difícil. Sandra relata cómo, en un inicio, jugaba «apuestas internas» con la esperanza de recuperar la vista, como si llegar en cinco pasos al baño garantizara su visión. Esta fase de negación y dolor, que ella describe como «muy fea», duró varios meses, de septiembre de 2011 a marzo del año siguiente, sin lograr recuperar la vista a pesar de varias intervenciones. Fue un período de profundo duelo, pero también de reflexión, donde la pregunta de «¿Por qué a mí?» eventualmente se transformó en un liberador «¿Por qué no a mí?»
Maternidad, Autonomía y el Vínculo con Nico
Apenas un año y pico antes de perder la vista, Sandra había adoptado a Nico, quien llegó a su casa a los nueve años y medio. Como madre soltera, la ceguera la enfrentó a miedos profundos, incluido el temor de que la Justicia pudiera quitarle la tenencia de su hijo. En este difícil contexto, Nico, que era un niño, se «sobreadaptó muchísimo» a la nueva condición de su madre.
Sandra hizo un esfuerzo consciente por permitirle a Nico «ser niño». Recuerda un viaje a Nueva York cuando él tenía 14 años, donde la incomodidad de su hijo por la mirada ajena y la responsabilidad que sentía al guiarla, hicieron que ambos la pasaran mal. Fue en ese momento cuando Sandra comprendió una verdad fundamental: su hijo no tenía por qué asistirla o «suplir el déficit» que ella tenía. «Yo no necesito un chófer, yo quiero un hijo», afirma, enfatizando la importancia de que los familiares de personas con discapacidad no asuman roles de asistencia forzada, lo que a menudo lleva a problemas y a la «sobreprotección»