El Día que Buenos Aires Tembló
El primer día del tranvía eléctrico: La epopeya del «monstruoso peligro» a 30 km/h.
El 22 de abril de 1897 marcó un hito en la historia de la Ciudad de Buenos Aires: la introducción del tranvía eléctrico. Este evento, si bien era un símbolo del progreso que llegaba, fue recibido con una mezcla de asombro, crítica y, sobre todo, miedo.
El Arribo del «Monstruo» Eléctrico.
La noche del viernes 22 de abril de 1897, a las veinte horas, el ingeniero electricista norteamericano Carlos Bright, conocido pionero de la telegrafía sin hilos, puso en circulación el primer tranvía a energía eléctrica en la capital.
Mientras que el primer tranvía eléctrico en el mundo había aparecido en Berlín en 1879, gracias a Ernest Werner von Siemens, y en Argentina, La Plata fue la ciudad pionera (9 de noviembre de 1892) debido a que ya contaba con un tendido eléctrico, la llegada a Buenos Aires supuso un cambio radical en la percepción pública del transporte.
La velocidad alcanzada por este nuevo vehículo, treinta kilómetros por hora, era considerada «infernal» para la época. El viaje inaugural del eléctrico fue intencionalmente nocturno, realizado para evitar que el ruido o «bochinche» que provocaba asustase a los caballos que aún tiraban de otros vehículos. Este primer recorrido partió de Canning y por avenida Las Heras hasta los que eran conocidos como «los portones de Palermo» (la actual Plaza Italia).
De la Tracción a Sangre al Cableado Callejero
La historia del tranvía en Buenos Aires se remonta al 14 de julio de 1863, cuando se inauguró el primer tranvía tirado por caballos, diseñado para acercar a los usuarios del Ferrocarril del Norte a Retiro. Pioneros como los hermanos Julio y Federico Lacroze tuvieron que enfrentar una fuerte oposición de importantes familias y comerciantes para conseguir las concesiones de las primeras líneas. De hecho, el lema de Lacroze era “el tiempo es oro”.
En los primeros tiempos de los tranvías a caballo, el gobierno obligaba a las empresas a emplear un postillón uniformado que debía ir unos veinte pasos delante del convoy para anunciar con una corneta la presencia de “aquel monstruoso peligro” y guiar el tráfico.
Pánico y Piedras: La Crítica al Progreso.
Cuando el tranvía eléctrico se hizo habitual, la reacción popular fue intensa y negativa en muchos aspectos.
1. Miedo al Ruido y a la Vibración: Los vecinos y comerciantes se quejaban de que el tranvía hacía temblar todo a su paso. El ruido que provocaba atemorizaba a la gente.
2. Riesgo de Accidentes: Se lo denunciaba como «la causa de muchos cataclismos», y muchos se santiguaban al verlo pasar. La popular revista Caras y Caretas incluso lo asoció directamente con la muerte en su tapa del 8 de abril de 1899.
3. Temor a la Electricidad: Un temor recurrente era el peligro que representaba el tendido eléctrico y la posibilidad de que un cable suelto electrocutase a algún peatón. Además, se argumentaba que los postes y cables afeaban la ciudad.
Como muestra del rechazo, la gente no solo se burlaba, sino que llegaba a arrojar piedras a las ventanillas.
La Victoria del Confort y la Eficiencia
A pesar de las fuertes críticas, los beneficios del tranvía eléctrico fueron mucho mayores que las desventajas. Este nuevo medio de transporte:
• Podía transportar más pasajeros que los vehículos a tracción animal.
• Permitía regular su velocidad y ofrecía más reacción de frenado.
• Su andar era percibido como mucho más suave por los usuarios.
• La electricidad permitía tener mejor iluminación, además de calefacción en invierno y algo de fresco en verano.
Existían dos tipos principales de vehículos eléctricos: la “jardinera”, que era completamente abierta (con capacidad para 30 o 35 personas) y con cortinas para protegerse del clima; y “la cucaracha”, un vehículo totalmente cerrado que transportaba a 30 personas sentadas.
El avance del progreso fue imparable, dejando atrás la era de los cocheros a caballo, como Enrique Mulhall, quien fue despedido tras 31 años de servicio al quedar ciego, y se jactaba de no haber atropellado a nadie ni lastimado a ningún caballo.
El tranvía eléctrico no solo superó el temor inicial del público, sino que se consolidó como un factor esencial para el crecimiento y la conectividad de la capital.